Eran cerca de las cinco. En medio del verde, los vasos, el vino con hielo y el calor, una máquina empezó a escupir burbujas. Chiquitas,de perfecta redondez, multicolores en los bordes de su transparencia, con sabor a detergente. Explotaban cerca de nuestras caras y hacían arder los ojos. La belleza artifical a veces completa la ausencia de lo natural, pensé. Y me saqué fotos infantiles sola. Nos fuimos junto con el atardecer y la amenaza de lluvia. Bajo la glorieta, entre mate y mate, por fin, hablé. "Date vuelta y mirá", me dijo la pamping, con sus rulos más rebeldes que de costumbre, "es un arco iris de verdad".03 diciembre 2007
Eran cerca de las cinco. En medio del verde, los vasos, el vino con hielo y el calor, una máquina empezó a escupir burbujas. Chiquitas,de perfecta redondez, multicolores en los bordes de su transparencia, con sabor a detergente. Explotaban cerca de nuestras caras y hacían arder los ojos. La belleza artifical a veces completa la ausencia de lo natural, pensé. Y me saqué fotos infantiles sola. Nos fuimos junto con el atardecer y la amenaza de lluvia. Bajo la glorieta, entre mate y mate, por fin, hablé. "Date vuelta y mirá", me dijo la pamping, con sus rulos más rebeldes que de costumbre, "es un arco iris de verdad".
