10 agosto 2007

La planificación de la ausencia

Con un fuerte dolor en el pecho, bajó con tranquilidad quirúrgica los ocho pisos por escalera y lo llamó a Miche, que por entonces combatía los años poniéndole a su cabeza colores que aún hoy no tienen nombre. Juntos se subieron al Ford Taunus. Viajaron en silencio. Mi viejo manejaba. Estacionaron en doble fila. "Abrime la guantera", le pidió. Con amabilidad, uno le alcanzó al otro un atado de cigarrillos y una chequera. Bajó la ventanilla, se fumó el último cigarrillo y firmó un cheque en blanco. Minutos después, una tarde de 1980, mi padre sobrevivía a un infarto en una sala de terapia intensiva. Y a mí todavía me faltaban años para comprender la planificación de la ausencia.